Todo viene producido por mi desprendimiento de retina que, si os acordáis, me obligó a cancelar, entre otras cosas, mi viaje al F1 Grand Prix de Singapur en septiembre. Con objeto de conseguir un vuelo económico, había sacado una curiosa combinación con Emirates que hacía escala en el aeropuerto Bandanarike de Colombo (capital de Sri Lanka, la antigua Ceilán para los despistados). Si bien la escala sólo preveía una parada de 6 horas en Colombo había organizado darnos un paseo por la capital del antiguo reino Tamil. Con la operación y el consiguiente cambio de planes en el que tuve que retrasar el viaje a diciembre, vi que existía la posibilidad de sustituir un día en Singapur por una escala de 24 horas en Sri Lanka y…aunque sólo fuera por currículo y poder añadir así Sri Lanka a mi lista de países visitados, aquí aterrizamos un jueves a las 8 de la mañana con el objetivo de sacar el máximo partido a una escala de 24 horas!!!
Y es que, teniendo en cuenta que Sri Lanka es una isla, cuando comentábamos en hoteles, restaurantes, etc. que habíamos llegado ese mismo día y nos íbamos al día siguiente, la gente no se lo creía (flipaba diría yo), dejando claro que éramos los primeros turistas que sólo pasaban una noche allí….yo no había conocido a nadie que hubiera pasado aquí menos de 5 noches me llegaron a decir. Bueno, nunca me gustó lo convencional.
Habíamos contratado (gran gestión de Paula que no acababa de estar convencida de las bondades del país) un guía que nos recogería en el aeropuerto y nos llevaría hacia el sur, a la ciudad fortificada de Galle, donde pasaríamos la noche para devolvernos a la mañana siguiente al aeropuerto y así continuar nuestro periplo a Singapur. Y se nota que Sri Lanka (colonia primero holandesa, con reminiscencias portuguesas y, finalmente, inglesa), tras acabar con la cruenta guerra que en el norte de país libraba el gobierno con los tigres tamiles, es un país que se está abriendo de manera importante al turismo y que tiene mucho que ofrecer (desde luego imposible para 24 horas…).
En lo primero que se nota la apertura al turismo es en la facilidad con la que te “cuantifican” las propinas. El que nos ayudó a cargar las maletas al coche (básicamente se lanzó a abrir la puerta del coche y nada más) nos pedía 1.000 rupias sin ningún pudor (1 rupia es aprox. 1 peseta….mola volver a hablar en pesetas!). Cuando le dije, y era cierto, que no tenía rupias, me enseñó un billete de 10€ a ver si colaba…olé tus huevos!
Lo primero que te llama la atención es la magnífica autopista inaugurada 2 meses antes que conecta Colombo con el aeropuerto. Si a esto le sumas que Colombo está unida con Galle por otra autopista de peaje el viaje se podía haber convertido en peanuts (120 kms en autopista…una horita). Desgraciadamente, y los que viajamos sabemos que esto pasa mucho, el problema venía en la conexión entre ambas autopistas que nos llevó, aprox, una horita y media de carretera completamente congestionada….Alguien debió enriquecerse por no pensar en ese pequeño detalle…
Primera parada un criadero de conservación de tortugas que parece que son muy populares como alimento de los nativos y, por tanto, han de gratificarles generosamente que les lleven los huevos que ponen en las playas. Es en esta zona donde el tsunami de la nochebuena de 2004 pegó fuerte. Recuerdo perfectamente la imagen el tren volcado después de haber sido sacudido por la ola; ¿os acordáis?
Más al sur, nos dio la bienvenida un personaje con bigotes italianos, vestido de capitán de pacotilla y con un olor agrio que echaba para atrás en lo que sería nuestro “river cruise” por el Madu river. Dimos una vuelta entre manglares, paramos en la “cinamon island” donde nos enseñaron como se extrae la corteza de las ramas y los efectos medicinales que tiene. Como es habitual nos vimos obligados a comprar todo tipo de canela (en polvo, en rama, en aceite curalotodo…) que, como también suele ocurrir, Paula perdió a las primeras de cambio…
Nos dimos un baño exfoliante de pies en una piscina de peces que te los dejan como nuevos a mordisquitos y visitamos un templo budista donde dejamos la donación más baja de los últimos años según aparecía reflejado en el libro de visitas. Después de todo esto, el highlight vino cuando el capitán me dijo que tomara los mandos de la embarcación durante la travesía entre los manglares; tanta responsabilidad me pudo y le pegué un buen golpe al puente que debíamos de cruzar en una arriesgada operación. Acabamos la excursión comiendo un sándwich convenientemente amenizados por una banda local de niñas que, con trajes tradicionales, interpretaban bailes locales.
Finalmente llegamos a Galle que es una ciudad fortificada fundada por los portugueses pero que dieron fama los holandeses y que realmente es muy bonita. Además hay varios hoteles boutique interesantes y restaurantes donde probar los curries tradicionales. Maravilloso el Fort Printers hotel en la antigua casa del gobernador que también fue imprenta y que tiene una piscina incrustada en el patio interior que quita el hipo. Cenamos en otro hotel que nos recomendaron y donde siguieron asombrándose de nuestro corto periplo.
Lo cierto es que el país da para mucho más; probablemente en una semana se puede sacar una mucho mejor impresión con parques naturales, ciudades históricas coloniales y bellas playas que no nos dio tiempo a conocer.
No conozco la india pero me da la sensación de que puedes tener cierto sabor de la India en menos espacio y con menos pobreza…no sé, ya os contaré porque volveré sin duda.
Y por supuesto, no pudo faltar la escena del encantador de serpientes con el baile de la cobra y la pitón que me puso al cuello y me dejó toda la tarde oliendo a pescado…