Llegué con retraso al coqueto aeropuerto de Campeche, capital del estado del mismo nombre y una de las pocas capitales de Estado mexicanas situada en la costa. Esto está relacionado con un tema de protección de las mismas con objeto de evitar ataques marítimos que pudieran hacer sucumbir a los gobiernos locales. Sin embargo, rápidamente se ve por qué Campeche no parece temer esta posibilidad. Es que Campeche ha estado toda su historia, desde que Francisco de Montejo “el mozo” la fundó, amenazada por corsarios al servicio de España en un primer momento y piratas más adelante.
Es por esto que la ciudad vieja se haya rodeada de una tremenda muralla de forma hexagonal con baluartes de defensa en cada uno de sus vértices. De hecho es la única ciudad amurallada de todo México. No parecía fácil que cayera en manos enemigas, pero lo hizo y en varias ocasiones.
Como os decía, llegué tarde y entre recogida de bártulos en el aeropuerto, taxi y llegada al hotel me dieron las 10 de la noche. No es que sea tan tarde para el mundo en general, pero si lo es para D. Carlos Gil que normalmente a esa hora está empijamado y anda por el cuarto sueño. Pero no, ahí estaban mi padre y él esperándome en un restaurante cercano al Hotel Don Gustavo donde nos alojábamos. Y si bien habían cenado, aguardaron educadamente a que devorara una típica sopa de lima y un pan de cazón sabrosísimo (eso si, Carlos con palillos en los párpados para no dormirse). Incluso después de cenar nos dimos un paseo para bajar la comida por zócalo con sus soportales y la catedral (demasiado barroca para mi gusto). Luego le dejé retirarse…
Me levanté con ganas y a las 8 estaba corriendo por el malecón donde han habilitado un circuito de casi 5 kms para bicis y runners. También me encontré con mi padre “andando rápido” imagino que poseído por el espíritu de Carlos Gil que nos citó a las 9 ya desayunados y aseados en el lobby del hotel…bueno, al final fue algo más tarde pero allí estuvimos para visitar los baluartes que rodean la ciudad y acabar comiendo en unos chiringuitos al final del malecón (claro está mariscos; jaiba, ostiones y pan de cazón con, como no, cerveza Montejo y tequilas). En eso estábamos cuando veo pasar a 2 chavales (ya maduritos) con la camiseta oficial del Atleti (con la publicidad de Azerbayan y todo). Ne me dio tiempo a fotografiarme pero les seguí el rastro hasta donde un equipo con la equipación rojiblanca se batía el cobre contra una escuadra local. Incluso nos dió tiempo a cantar un gol de un delantero robusto que recordaba a Jesús Gil en sus años mozos (bueno, no tan mozos..). Me acordé de mi amigo David que colonizó las islas griegas con el equipo de su «Sifnos» vistiendo tan gloriosos colores (hay pruebas gráficas en “madrileños por el mundo”)
Ya por la tarde, tras la siesta de rigor, nos dimos un paseíto por la calle mayor (no serán más de 500 metros) de puerta mar a puerta tierra. Y allí nos guiño el ojo un bar que parecía salido de otro tiempo: El Rincón Colonial donde entramos sin dudarlo y pedimos las respectivas chelitas. Dio tiempo a que una joven embriagada (por el alcohol) cayera de bruces sobre D. Carlos que casi ni se inmutó antes de que el dueño del bar se acercara para departir con nosotros. Fue animándose la conversación y adentrándose en temas que empezaron a interesar de sobremanera a mi padre que empezó a hacerse su propia película (es muy versado en temas del narco). Así, dio por hecho que este hombre era el que cortaba el bacalao en la ciudad que era uno de los capos de la droga hacia ¿EEUU?. A todo esto nos contó que llegó a tener 2 barcos mariscadores pero que los tuvo que vender cuando faenando por la costa de Tampico los capos locales le pidieron “derecho de piso” para seguir pescando. Y las sospechas se multiplicaron cuando nos dijo que en Campeche no había problemas porque todos se conocían…y cuando llegaba un forastero era vox populi
“Toma, este es el Jefe de jefes…y aquí está charlando tranquilamente con nosotros; la de jugo que le voy a sacar” nos confesó mi padre posteriormente que pensó
También nos explicó como Antonio Banderas había rodado allí ”nosecual” película (creo que con Angelina Jolie). A esto, que él le daba mucha importancia, la verdad es que nosotros le dimos menos.
Pero el culmen vino cuando nos empezó a hablar de Roberto Hernández, personaje de los “quien es quien” en México pues vendió Banamex (que se lo había quedado con oscuras tretas cercanas al poder) al Citybank por una fortuna. Parece que ahora se dedica a comprar haciendas y casas con encanto en el Yucatán y convertirlas en hoteles de lujo…y casualmente el hotel Puertatierra (enfrentito mismo) era suyo.
¡Qué magnífico lavadero de dinero son los hoteles!!! Puedes invertir lo que quieras y por mucho dinero que pierdas puedes declarar beneficios, pagar con gusto los correspondientes impuestos y blanquear la pasta…cuanto más vacío mejor! Y de hecho éste lo estaba; era una maravilla con una piscina que zigzagueaba entre las antiguas ruinas de la hacienda como no he visto ninguna…pero a 500€ la noche en Campeche…no debe de ser fácil hacerlo rentable…¿o si?
Hasta yo me estaba interesando en la historia (eso si, sin la exaltación que observaba en mi padre) cuando a Carlos le dió un ataque de prisas y tuvimos que dejar el Rincón, a su dueño y sus historias que ya nunca oiremos acabar. Tampoco estuvo mal la alternativa porque la Pigua es, sin duda, el mejor restaurante de Campeche. Ni tampoco fue malo su tip para ir a comprar los sombreros de Panamá en el pueblo de Becal, camino a Mérida, donde un primo suyo nos indicaría donde adquirirlos…pero eso ya formará parte de otro post.