Después de las magníficas atenciones en casa de los Gil con sus 2 magníficos anfitriones (Carlos y Mari Carmen) enfilamos hacia casa de unos buenos amigos de estos últimos que tuvieron a bien invitarnos a su casa (o mejor dicho museo) en la pequeña localidad de Tlacotalpan, cuna, dicho sea de paso, de Agustín Lara.
Sita a lomos del caudaloso río Papaloapan que cada 2 por 3 anega la localidad mediante insospechadas crecidas. Esto es un problema cuando tienes una casa como la de los Gómez Sañudo, pues no sólo la casa es parada obligada de los trenecitos turísticos que recorren la localidad, sino que hasta el más mínimo detalle está cuidado por la hospitalaria Adriana. Todo es tan bonito que da pena tocarlo. Hasta un sombrerero colonial para dejar nuestros panamás (que si, ese día nos los habíamos puesto pues tocaba vestir de gala) y un carrito de bebidas al que no le faltaba detalle (ni aperitivo imaginable).
Como todavía era pronto, empezamos a hincar el diente a unas empanadas deliciosas recién hechas junto con un tequilita. Antes de comer, aún hubo tiempo de dar un paseo por el río en una embarcación clásica de la zona convenientemente rehabilitada. Y se nos fue uniendo más gente siempre agasajada por nuestros anfitriones.
Y es que en Tlacotalpan se toman los toritos; especie de licor de leche con sabores (coco, cacahuate o guanábana) que se sirve helado y que entra muy, muy fácil amparado por el calor tropical, la sed y el sabor dulzón. Sin embargo tiene casi 40 grados…y eso se nota cuando te levantas de la silla. Como no, probamos todos los sabores…
¿Se les podría considerar anfitriones profesionales? Cuando sirvieron la comida, por supuesto una camarera ataviada como era menester (que junto con la cocinera jefe, 2 pinches, el chófer y algún otro personal que no supe que hacían formaban parte de la guarnición de la casa), deduje que sí; que no sólo eran profesionales, sino que disfrutaban haciéndolo y eso se nota. Especialmente en la comida; deliciosa toda ella pero bañada con un riquísimo Marqués de Riscal Reserva y acabada con una ¿sólo una? copa de tequila añejo (imagino que carísimo).
Aquí José Luis sacó su repertorio de sentencias mexicanas para adular al buen bebedor. Me gusta el uso del lenguaje que hacen en México cuando te consideran “muy competente” en el tema del alcohol: “a fulano le gusta el vidrio” indica que fulano es buen bebedor (o competente como decíamos antes). Y pocas veces tan pocas palabras expresan tan bien lo que quieres decir.
No os he hablado de 2 atracciones imperdonables en Veracruz: el acuario (uno de los más bonitos de México) y el fuerte de San Juan de Ulúa que fundó Juan de Grijalva al mando de Hernán Cortés durante la conquista. Se hizo en lo que antes era una isla frente a Veracruz, cuando fundaron la ciudad para protegerse de los piratas y que fue desde casa del gobernador hasta prisión donde estuvo, entre otros el famoso bandolero “Chucho el roto” que escapó varias veces de la prisión donde lo tenía encarcelado Porfirio Díaz. Anteriormente había estado en manos de los franceses durante la guerra de los pasteles que acabó con Maximiliano en el trono de México y, posteriormente, del ejército americano que invadió México en 1847. También cuenta la leyenda que estuvo la mulata de Córdoba que, encarcelada por la inquisición, escapó en un barco que previamente había pintado en la pared de su celda….