Hay una cosa en Londres que hace muy difícil la vida del turista y se llaman pubs. Te pones a caminar después de un recio desayuno inglés con toda la energía que eso te insufla y estás decidido a comerte Londres. Además, si resulta que ese día, por extraño que parezca, luce un sol glamuroso pues tu energía se multiplica. Pero están los Pubs….y en breve te asalta la idea de, ¿por qué no?, una vez has hecho la primera parada en Candem Town…., nos tomamos una pintita y ya….y claro, pasa lo que pasa…que no es una. Además con Gonzalo las cosas se complican mucho más porque ni siquiera tienes el beneficio de la duda. Busca pubs desde la primera esquina y no para tomar una pinta…sino las que se tercien. Afortunadamente a la salida del pub, tras unas cuanta pintas y alguna bandeja de fritos indescifrables, ya no lucía el sol sino que llovía….mira, por lo menos no nos hemos mojado…
Y no eran sino las 3 de la tarde y habíamos andado menos de 1 km cuando las calles se volvían cuesta abajo hacia el hotel para dormir la siesta. Hubo, sin embargo, tiempo para parar en algún otro pub (estos deshaciendo el camino de ida) y ver el cambio de guardia de un palacio que no era Buckingham (sería el del príncipe jubilado?). Todos los caminos llevaban al hotel pero Gonzalo insistió en “tomar la penúltima en un pub al ladito del hotel”. Y allí los dejamos (no se queda atrás Elena en el tema del beber….explosiva pareja!).
Varias horas después (y con resaca postsiesta alcohólica) les localizamos en el bar del hotel donde Gonzalo reinaba en su esplendor etílico (había felicitado al grupo de música con un memorable “Merry Christmas” y se había hecho íntimo del camarero que era del West Ham…o de Huesca más bien por el acento que traía y que se veía un poco desbordado por la camaradería de Gonzalo que ya había dejado atrás definitivamente las cervezas para pasarse a los cubatas….)
A todo esto se nos hacía tarde para la reserva en el famoso pub Grenadier en la zona de los Mews de Belgravia. Lugar famoso por sus Bloody Mary que habíamos visitado años atrás Paula y yo con mi hermana cuando vivía en Londres. Teníamos un gran recuerdo del lugar por lo que no queríamos perder la reserva aunque:
- Hambre había más bien poca
- La efervescencia del grupo no prometía nada bueno
- La hora de la reserva hacía tiempo que había pasado
Y claro, llegamos y casualmente, acababan de dar nuestra mesa a otros comensales. No nos resignamos e insistimos a la antipática camarera que nos prometió intentar hacer algo. Como tenía aspecto oriental, Gonzalo eufórico (a lo Torrente) la llamaba chinita.
“Sorry but there’s nothing I can do for you…”
No me jodas….esto no puede ser, hemos venido desde España para cenar aquí….ni caso. Hasta que Gonzalo se arrastró al baño y volvió diciendo que había hablado con el jefe y ahora nos preparaban una mesa. No le creímos demasiado pero lo cierto es que nos prepararon una mesa y vino el jefe en persona a organizarnos. La camarera mal encarada tuvo que venir a preparar la mesa con su cara de “mejodeunhuevoloque hagoperonomequedanmashuevos…”. Y claro, hubo algún comentario despectivo hacia su actitud (y hacia ella para que nos vamos a engañar). Y explotó: “entiendo perfectamente el español” dijo en un español perfecto con acento latinoamericano….
No pudimos dejar de imaginar lo que pudo hacer en la comida previo a servírnosla…en fin, la cerveza lo mata todo!