(Dedicado a mi fiel seguidor Iñaki Tombilla; verdadero culpable de esta situación; genio y figura)
Quien lo iba a decir; que el viajero acabara en un camping…y de tercera, a su edad y acostumbrado ya, un poco aburguesado, a buenos hoteles con todos sus servicios, desayunos en la planta club, “fitnesscenters” y, como no, algún que otro spa, era algo que se salía del guión y que pensé no llegaría a contar.
Pero mi primo Iñaki, apoyado en su malévola mujer, supieron jugar bien sus cartas y, poco a poco, me envolvieron en una hábil maniobra que, primero se apoyó en la lejanía al evento y, después, cuando ya se acercaba la fecha, en una táctica sibilina de recuerdos de infancia, sabores de naturaleza y la risa contagiosa de los niños. Así, fueron poco a poco, minando mi natural resistencia hasta que me vi en un callejón sin salida del que no pude/supe salir de manera elegante. Lo que iba a ser una gran fiesta familiar de primos, tíos, abuelos con una jauría de niños hambrientos del planazo ideado por su tío preferido, se convirtió en un mano a mano en el momento que todos, sin excepción, se fueron dando de baja con excusas banales.
Así que, y ya era tarde, me vi en posesión de los sacos, mochilas y una tienda de campaña prestada por mi prima que, por cierto, cabía en una bolsita de dimensiones reducidas (donde habría cabido mi neceser que, por logística, no pude llevar) que presagiaban algo no demasiado cómodo. Eso sí, la alegría contagiosa de los chavales me tranquilizó e hizo olvidar lo que se venía encima durante el trayecto en el vapor de las CIES; porque a esas preciosas islas protegidas nos dirigíamos, no en un vapor (guardo el nombre de recuerdos de infancia) sino en un moderno catamarán que hace actualmente el recorrido desde el puerto de Vigo.
Las 3 islas Cíes, situadas estratégicamente, protegen la Ría de Vigo de la virulencia del Océano y permiten que las playas entre Vigo y Bayona gocen de una placidez que sería impensable si no estuvieran allí plantadas. Lo cierto es que la llegada es impresionante ya que la perspectiva, a medida que te acercas, varía bastante sobre la que se ve desde la costa.
La isla Sur, virgen y separada de las otras 2 que sí que están unidas por la playa y una construcción de piedra que une el pequeño embarcadero con el camping.
Llamamos camping a una pinada donde las tiendas se amontonan de manera anárquica y que cuentan con los servicios más básicos imaginables (4 WC mal contados, unas duchas en las que el agua caliente funciona a monedas y, eso sí, 2 simpáticos restaurantes bien surtidos).
Tras plantar las tiendas (yo ni idea, para que vamos a decir mentiras…de la bolsita de mi tienda, tras una pequeña manipulación mágica de mi primo surgió una pequeña formación de un metro de alto que anclamos al suelo) nos fuimos a tirarnos a la playa de Rodas; impresionante el color del agua, parecía el Caribe hasta que te acercabas a la orilla y te dabas cuenta que el agua estaba helada. Como tampoco hacía un calor agobiante…más bien fresquito, pocos nos bañamos. Yo, como un valiente, me fui nadando con mi sobrina Lucia hasta una boya a la que no llegábamos nunca…Jo, como nadan las nuevas generaciones…con 10 años me hizo llegar resoplando…
Y lo bueno es que la playa da hambre y yo que me animaba y me decía esto no es para tanto, sobre todo cuando nos sentamos en el Serafín y vimos pasar la bandejita de cigalas que se iban a trajinar nuestros vecinos.
Gran lugar, con producto fresquísimo y a unos precios razonables. La botellita de albariño contribuyó a que me invadiera una sensación de euforia que se prolongó con los traguitos de tequila que Lisi había traído de México (he de decir que no era el tequila ideal para tomar derecho pero…).
Así que me metí en el catre pensando que no estaba tan mal el tema…que era un todoterreno…que cuarentay…no son nada pero…y donde estaba el colchón? Y la almohada? A las 2 me desperté sudando, con una sensación de claustrofobia novedosa entre mis aflicciones, necesitaba salir de la tienda pero fuera diluviaba…y me dolía la espalda…y la cabeza, y luego las gaviotas graznando, o como se diga el ruido infernal que emiten esos bichos que no se callan, y los ronquidos del vecino…y tengo pis…Nop, no estoy hecho para esto del camping…tal vez con más preparación, había tiendas que parecían casas pero, entonces ¿Por qué no ir a un hotel que es más cómodo? Eso sí, si vais, aunque sea a pasar el día que es una opción más recomendable una vez cumplidos los 40 (o en barco propio con canguro, que vi hacían algunos y me gustó…especialmente por la canguro…;), no dejéis de subir al faro, excursión más que recomendable por las espectaculares vistas de los arrecifes que dan al Mar abierto, al Mar (o a la Mar) bravo que golpea de manera insistente y cabezota las piedras con las gaviotas de privilegiadas espectadores de la maravillosa vista de las Rías gallegas (Arousa, Pontevedra y la isla de Ons en primer plano).s de tequila que Lisi había traído de México (he de decir que no era el tequila ideal para tomar derecho pero…).
Ah, finalmente cuidadito con llevaros algún animalito pues al ser parque natural os revisarán y multarán si os lleváis algún animalito…es que mi hijo Gueorgui siempre anda metido con cangrejos y lagartijas y ya la tuvimos con los guardias del parque….
Primo ,en la proxima recordaremos tu epoca windsurfera y nos iremos de weekend surfer.
Preparate…