Dicen de las mujeres de Pereira que son las más “libertinas” de Colombia, de hecho dicen que son las más “perras” por eso la ciudad la han rebautizado como Perreira…o eso, al menos, me aseguró Carlitos.
Y parece que algo de cierto tiene pues, recién llegados al coqueto (por lo desfasado pues parece que es el único privado que no pertenece a la red de aeropuertos colombianos sino que fue auspiciado con fondos privados…mis fuentes en el ministerio de transportes me lo confirmaron….jeje) aeropuerto internacional de Matecaña ya nos advirtió el taxista: “que pena, usted sabe que aquí las mujeres son de pico y pala” afirmó sin venir a cuento “Ah si?, no es lo que me habían dicho” contesté extrañado “si, si, de pico y pala cama” acabó el chiste socarronamente.
Poco paramos en Pereira pues nos dirigimos directamente para la Hacienda donde habíamos reservado cerca de Armenia. Parece que hay bastante rivalidad entre ambas capitales del Eje cafetero (llamado así pues verdaderamente es el eje central del país…) que, de hecho, formaban parte de un mismo departamento hasta que Pereira se separó formando la Risaralda y Armenia se quedó como capital del Quindío.
“A las de Pereira les dices que se sienten y ya se han acostado” seguía crecido el taxista que, por supuesto, era de Armenia. Yo me reí (lo cierto es que el hombre tenía gracia) hasta que me dijo lo que me iba a costar el taxi. Parece que en la tarifa me incluyó el entretenimiento del viaje porque…vaya clavada!
Viajar por el eje cafetero es como moverte por Asturias; mucho verde y mucha vaca con montañas a los lados. La verdad es que el paisaje es espectacular, con las fincas cafeteras allí donde la altitud lo permite (más o menos hasta los 1800 metros) y plantaciones de bananos, maíz o yuca allí en las zonas más altas demasiado frías para el café.
Como todo el café en Colombia se recoge a mano (a diferencia de otros países de plantaciones más masivas como Brasil o Vietnam) la carretera es un trajín permanente de trabajadores que van y vuelven de la faena en bicicleta o andando por un salario en función de los kilos recogidos. Es precisamente esta recogida a mano lo que hace que la calidad del café colombiano sea muy superior, aunque también el precio lo que le hace muy difícil competir contra otros cafés que llegan a ser 10 veces más baratos.
Interesante la visita a la finca Recuca (Recuperación de la cultura del café) donde te explican todas las tradiciones (hasta te visten y te ponen a recolectar café) para acabar con una nutritiva comida a base de chistorra, frijoles, patacón y huevos…con su tintico claro está. Por cierto; ¿alguno sabía que el café más caro del mundo es uno malayo que tiene la característica que es deglutido…y expulsado…por un mico que es lo que le da intensidad al sabor?
La verdad es que la hacienda donde nos alojamos (El Delirio cerca de Armenia) era preciosa. Como la temperatura es generalmente suave (aunque llueve mucho) recuerda un poco a los cortijos andaluces, con patios abiertos donde se hace mucha vida. Tal vez lo peor era lo cerca que estaba de la concurrida carretera que llega hasta el cercano parque del café (una especie de disneylandia con la temática cafetera que no visitamos) e, imagino, a otros muchos sitios pues desde muy temprano no dejaban de pasar camiones impidiendo el idílico despertar con el trinar de los pajaritos…
Hay una excursión imprescindible que es recorrer a caballo el Valle de Cocora. La excursión parte cerca del precioso pueblo de Salento (cuna del Quindío) y te permite en un par de horas y cruzando 7 veces el rio Cocora, llegar hasta el refugio de montaña donde te obsequian con un reparador queso con panela. Si quieres puedes seguir al Nevado del Ruiz si bien es una excursión de 3 días que debe de ser espectacular en primavera (hay que pensar que el Nevado sobrepasa con creces los 5.000 metros de altitud). Es en el valle de Cocora donde se encuentra el árbol nacional de Colombia, las palmas de cera que impresionan por su altura y sensación de fragilidad (de hecho están en peligro de extinción…). Al acabar, ya de nuevo en Salento donde puedes llegar en el tradicional Willis (una especie de jeep típico de la II Guerra Mundial muy utilizado en la zona por su versatilidad para acceder a las fincas y ahora convertido en una especie de atractivo turístico), se ha de recobrar fuerzas con un buen plato de trucha sobre fondo de patacón….y una rica club Colombia!
Y, como no, nosotros acabamos el día acercándonos a las termas de santa Rosa (un poco paliza el viaje, eso si…) y darnos un bañito en las aguas termales que caen de la montaña a una temperatura de 40 grados y que se van enfriando a medida que vamos pasando a piscinas más alejadas. Tuvimos la suerte de que nos llovía mientras estábamos dentro, espectacular el contraste aunque, eso si, qué frío cuando salimos!!!