Y tenía a todo el equipo ya esperándome en Bogotá y yo sudando la gota gorda en el Uber con destino al aeropuerto. Se me había complicado un poco la mañana ya que había desayunado con un cliente importante en el hotel y nos habíamos explayado a gusto. Luego me puse con un par de temas, carrerita por Chapultepec y a las 3:00 al Uber para llegar al aeropuerto –calculaba- sobre las 4:00 y tomar el vuelo a las 5:50 con destino al Comité Intercentros de Logisfashion que este año se celebraba en Bogotá.
Normalmente el trayecto no debe durar sin tráfico ¡Qué entelequia! más de media hora. Pongámosle una hora para ir cubiertos, hora y media a lo sumo…todavía vamos bien llegando a las 4:30 al aeropuerto. No contaba con que las cosas se iban poniendo muy negras, ya salir de Polanco en dirección al Circuito Interior fue una odisea. Semáforos que se ponían en rojo sin avanzar nada, bocinas a doquier, cuando tocaba avanzar se metían los de la otra dirección, cuando se ponía en rojo avanzábamos, eso sí, mínimamente. Y el tiempo inexorable, haciendo lo que mejor sabe, pasar…
¿Dónde están los policías organizando los cruces si nadie hace caso a los semáforos?
Y siempre había un conductor más espabilado que se metía y nos taponaba. Y yo sudando de los nervios y del calor que hacía. Maldije a mi conductor varias veces -por lo lento que me parecía y por no llevar aire- pobre hombre, se esforzaba y de verdad, sufría casi más que yo. Y no nos movíamos… por fin Circuito Interior (una especie de ronda de Dalt/M30 siempre colapsada). Mi única opción pasaba porque fuera fluida. Cosa que no iba a ocurrir. Cuando parecía que salíamos del follón y medio andábamos, otra vez nos parábamos; y el caos, no había por dónde cogerlo. ¿Queda mucho? Yo ya conocía la respuesta pero necesitaba que me mintiera el chofer. Lo hacía pero la cara le delataba…”hombre…depende del tráfico” y allí seguíamos, a vuelta de rueda…
Las 5 de la tarde y nos aproximábamos. Parecía que llegando al aeropuerto el tráfico se animaba y se hacía más llevadero.
- ¿Terminal 1 (la antigua)?,
- “No, a la nueva que es con Aeroméxico”.
Sí, a la terminal nueva unida a la antigua por un moderno monorraíl sin conductor que hace el trayecto en 3 minutos y una recién construida autopista de 2 carriles que…y esa iba a ser mi perdición, se colapsa por una rotonda a la entrada de la terminal donde confluyen los que van, los que vienen y los que pasan. El caos, otra vez el caos, parados a unos 500 metros de la rotonda…las 5:15 y no avanzamos…y 20…, después de haber avanzado 50 metros a lo sumo hago de tripas corazón y me bajo del taxi con mi maletón verde clorofila. Y a correr entre los coches parados (humo, bocinazos, más gente que se baja, eslalon…). Llego a la rotonda jadeando y maldigo a los policías apoyados en el capó de los coches patrullas charlando tranquilamente. Cuento 5 de ellos mientras voy superando a otros viajeros desfondados. Entro en la puerta de la terminal a las 5:30, subo a Aeroméxico -sudo mucho pues hace calor- y veo la cola para facturar. No way! Afortunadamente hay una cola de “last minute” con unas 10 personas. Imposible hacerla.
- “Señorita” y le explico mi situación;
- “Esta es su cola caballero”
- “Pero perderé el vuelo…no puedo hablar con alguien para pasar y ver si hay alguna opción; el vuelo embarcaba a y 5 y son y media…”;
- “Hable con la coordinadora pero le dirá que esta es la cola”
La coordinadora al teléfono; me mira con desprecio (yo también me hubiera mirado con desprecio, desaliñado, sudoroso, implorante…) y levanta la mano en una señal de
- “¡Alto!” ¿no ve que estoy hablando?
- “Es que pierdo el vuelo”
- “Siempre hay un vuelo después” (me había salido filosófica…); le explico la situación y como me había predicho la otra señorita me manda a la cola de último minuto.
- “¿No entiende lo que le digo? Si hago esa cola mis pocas opciones actuales desaparecen” suplico humillándome ya sin ningún tipo de vergüenza, “No puedo perder este vuelo” recalco “es el último…”;
- “Nunca es el último….” Ahora sí que la noto socarrona o poco solidaria…
- “Déjeme pasar a un mostrador” me aventuro.
- “¡Qué falta de respeto! pida permiso primero a los de la cola”
Me doy la vuelta y procedo a pedir permiso a los primeros de la cola que me miran con cara de entre asco y pena y me perdonan la vida con cierta displicencia…»anda, pasa, pasa…” y me lanzo al mostrador…
- “Tengo el vuelo a Bogotá a las 17:50 y…..”
Ahora es la chavalita del mostrador que imaginaba menos escrupulosa la que me mira mal y me hace callar:
- “Me parece una falta de respeto, hay que llegar con tiempo…”. Me callo lo que pienso, la de veces que ha sido el vuelo el que ha salido tarde, lo mal organizado que está el tráfico en esta ciudad….
- -“Ya lo sé pero no ha podido ser y el vuelo sale en 20 minutos….por favor….he pedido permiso a los de la cola”
- -“¿A todos los de la cola?”; dudo si ahora sí que se está cachondeando de mi desgracia;
- -“A todos no, sólo a los primeros”
- -“Pues tiene que ser a todos” no hay tiempo para protestas, me giro, ya no sé cómo humillarme más y grito exponiendo mi situación a toda la cola. Como es una cola de último minuto nadie va sobrado así que no me faltan miradas asesinas. Aparte de esto parece que nadie pone pegas…me equivoco, un padre con una hija pequeña (el juicio popular ya está perdido) grita desde el fondo de la cola: “yo tengo el vuelo a y 35…”; este sí que está jodido, pienso, y le digo que pase, que se cuele él también pero que no me haga perder el mío. Cosa que hace y furibunda aún más a las masas…
Finalmente accedo al mostrador e insisto en que ahora sí, que tengo el permiso de la cola. La muchacha no parece muy convencida pero me pide el pasaporte para ver de qué manera prosigue el castigo.
- “El vuelo está cerrado”; me lo imaginaba pero estuve hábil y en el coche había movido hilos;
- “Tengo el pre embarque hecho aunque no tengo tarjeta de embarque”; esto la desarma y noto un gesto de fastidio.
- “Está bien, le daré la tarjeta de embarque…no lleva equipaje, ¿verdad?”
- “No, que va, miro mi maletón pero lo escondo como puedo”, adiós a la colonia Atkinsons regalo de mi amigo Jorge…
Con la tarjeta entre los dientes corro al control de seguridad (me consta que están embarcando desde hace tiempo). Obvio que se dan todas las circunstancias propias de una situación así, cola enorme que me salto suplicando y no mirando atrás, control de seguridad donde me hacen sacar y colocar varias veces en bandejas diferentes portátil y iPhone y, la de más difícil situación, la maleta no cabe por la máquina de rayos x. Finalmente la meto en diagonal, me la hacen abrir pero el oficial se apiada de mí y no me quita la colonia ¡Qué arbitrario es el tema de los líquidos!
Y corro, corro por la terminal esperando que no hayan cerrado la puerta de embarque y, al mismo tiempo, pensando que hacer con el maletón. Llego a mesa puesta (el último) y consigo que me bajen la maleta a la bodega en la puerta del avión. Me siento sudoroso pero feliz en mi asiento -además no se sienta nadie a mi lado lo que agradezco- y me relajo…por fin, me relajo.
Tengo 4 horas para pensar en la aventura y llegar descansado a Bogotá porque allí me esperaba mi equipo y de alguna cerveza no me iban a dejar escaparme….
Vaya historia, tío. Pero fue fascinante leer tu pequeña historia, casi me imaginé aquellos kilómetros de sozobra y tensión. Si que se pueden contar anécdotas mil en ese circuito interior.