Ya lo decía yo, con mi famoso maletón verde limón esto no hubiera pasado. Y es que fue cambiar de maleta en este viaje en que estaría fuera menos de una semana y correr todo tipo de desventuras persiguiendo la maleta.
Todo empezó raro cuando, en el aeropuerto de Barcelona, empezaron a echarse la culpa entre American e Iberia. Ésta última porque no le dejaban sacar las tarjetas de embarque del trayecto final Miami-Medellín y la primera porque los de Iberia no sabían cómo hacerlo. Posteriormente decidieron tirar por la tangente asegurando que si no salía es porque no tenía la ESTA en regla para pasar por EEUU y que, por supuesto, no tenía nada que ver con ellos.
“A ver”, intenté razonar con la señorita de American adonde me derivaron desde Iberia, “si acabo de volver desde EEUU el mes pasado sin problemas” … «pues algo has hecho mal con la reserva»… «hombre, yo desde luego que no, si acaso en la agencia pero….coño, soluciónenlo que es su sistema…y mi ESTA es correcta”
Partidita de pingpong, al final me sacan la tarjeta en American, pero me mandan a Iberia para facturar, la de Iberia me dice que los de American me han puesto nosequeleches de seguridad y que en Madrid me van a revisar hasta los calzoncillos…que no me puede sacar la etiqueta de la maleta hasta Medellín; bueno, que me lo puede hacer a mano. “No se preocupe, ya la agarro yo en Miami y hago el transfer”. De todas maneras, en el aeropuerto de Miami nunca se sabe cómo hay que proceder y me quedo más tranquilo viendo mi maleta llegar.
Pero no llegó. Una hora de espera mientras contemplo desolado que todos mis compañeros de vuelo van recogiendo las maletas. Caos de aeropuerto, por cierto. Me empiezo a poner nervioso y pido la ayuda de una amable señorita que atiende a los pasajeros de American (no soy el único en problemas). Me presta más caso del que merezco. Me acompaña, me asegura que mi maleta ha llegado porque lo dice el sistema. La buscamos. No aparece en la cinta ni en los alrededores. Obvio yo busco mi maleta (una Piquadro azul). Me sorprende cuando me dice convencida que he de mirar la etiqueta, no la maleta, que lo que importa es la etiqueta. Hombre, yo preferiría llevarme mi maleta, aunque la etiqueta diga lo contrario. Finalmente, para quitarme de encima (fue un día en que tenía la sensación de molestar allí donde estuviera) consulta el ordenador y me dice convencida que la maleta la recoja en Medellín, que ha llegado y alguien (¿un ángel de la guarda?) la ha reenviado a Medellín…
- «Pero si venía facturada a Miami”
- “No importa, te llega a Medellín…y corre que pierdes la conexión!”.
- Sin duda, no sabía cómo darme puerta.
No sólo llegamos a Medellín con 2 horas de retraso (a mis 5 de la mañana, por cierto) sino que José María, que se me había incorporado en Miami él habiendo hecho escala en Londres, recogió su maleta con absoluta tranquilidad (facturada desde Barcelona). De la mía, como era lógico, Sin Noticias. Que no me preocupara, que me llegaría en el vuelo de la mañana siguiente, que se había quedado en Miami.
Para no hacer el cuento largo, 48 horas después había abierto 4 canales de comunicación con American y la maleta sin llegar. Y mi problema es que se acababa la feria por la que habíamos ido a Medellín (Inexmoda: La semana de la Moda en Colombia) y tenía vuelo a Santiago esa misma noche:
1. Yo hablaba con Medellín. Cada vez con una interlocutora diferente que atendían estoicamente mi nerviosismo creciente. Si me han perdido la puñetera maleta, díganmelo por favor, no concibo que sean tan incompetentes en Miami para no ser capaces de enviarla si la tienen controlada. No se preocupe, me contestaban retóricamente porque si que lo estaba, yo mando un mensaje a mis compañeros de Miami y a ver si hay suerte y llega en el próximo vuelo…aunque mejor llame Vd. que le harán más caso…
2. Indignado publiqué un tweet al que me respondieron que tomaban nota desde American y que el departamento de maletas estaba haciendo todo lo posible para satisfacerme. Les dije que una forma fácil de conseguir mi satisfacción total era meter la maleta en un avión con destino a Medellín, que no era tan difícil. Ahí se pusieron serios y me pidieron los datos de la maleta (la primera respuesta eran fuegos de artificio) y la reclamación. Finalmente, ante mi viaje inminente a Santiago, que les diera la dirección del hotel en Santiago que me lo mandaban…
3. Por su parte, Raquel desde España hablaba con American España y un iluminado le comunicó que la maleta no la enviaban porque estaba pendiente de que yo firmara un papel en la aduana…y que yo lo sabía (en plan rollo Julio Iglesias…). Por supuesto novedad total para mi….
4. Fede me hizo el favor de llamar a American Miami donde, después de muchas vicisitudes y de conseguir unos números de referencia internos que sólo ellos sabían pero que teníamos que proporcionarles nosotros (sic) nos mandaron un mensaje a las 4 de la tarde que la maleta llegaba esa tarde a Medellín…que qué hacían con ella? Por Dios, que no la toque nadie que yo la recojo esta noche cuando tome el vuelo hacia Santiago.
Por increíble que parezca, allí estaba. La recogí en American. La maleta estaba destrozada (es cierto que ya era una maleta vieja que pensaba jubilar en breve) y, después de 48 horas extraviada, como única disculpa me hicieron firmar un papel de que me lo entregaban. Que reclamara al maestro Armero me vinieron a decir cuando le dije que alguien la había abierto (en este caso a la TSA o aduana americana…seguro que me iban a hacer mucho caso…)
En fin, que la recogí e inmediatamente, sin darme tiempo a darle muchas vueltas, la volví a facturar con destino a Santiago. Mañana sería otro día y vería si seguía teniendo espíritu viajero mi maleta.
Como bien me dijo mi amigo Derek (gurú tecnológico): “siempre que vuelo coloco a mi maleta un aparatejo llamado Lugloc, que debe de ser una especia de GPS, con el que gozo de sus viajes cuando difieren de los míos…”
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