Primera parada en Indonesia; probablemente el destino más turístico, donde primero se empieza a conocer este inmenso país y, donde, curiosamente por lo turístico que es, más maravillosa es la gente. De Bali destaca especialmente eso: Su Gente.
En un país inmenso, con más de 600 islas desperdigadas en 3 husos horarios alrededor del Ecuador y más de 250 millones de habitantes (el cuarto del mundo), Bali es un reducto hinduista en el país con mayor población musulmana del mundo.
Y tal vez esta amabilidad venga por este espíritu sencillo de laissez faire de los hinduistas en contraste con religiones monoteístas mucho más intrusivas.
Te dejan hacer con una naturalidad y simpatía que te desarman. Y hablo con conocimiento de causa porque gestionar la relación con Alex (mi hijo pequeño con autismo) no es precisamente fácil y estamos muy acostumbrados a las malas caras…pues nada de eso, todos nos daban lecciones sobre cómo gestionar sus obsesiones…o sobre cómo hacer para gestionarlas sin un mal gesto.
Lo mejor de Bali… ¡su gente!
Bueno, salvo en el hotel de Munduk (precioso hotel enclavado en la montaña en una plantación cafetera al norte de la isla) donde le pedí que diera un beso a una camarera que se había portado con extrema simpatía. Alex estaba sembrado y se levantó corriendo a abrazarla. El susto que se pegó esta y el resto de camareras (otra característica de Bali es lo pequeñitas que son) hizo que Alex se creciera y empezara a perseguirlas por el restaurante con la mejor de las intenciones. Ellas salieron disparadas a encerrarse en la cocina (asustadas ante la efervescencia amorosa de Alex) que las perseguía por el restaurante mientras no podíamos dejar de reírnos. Todos nos reíamos salvo una pareja de ingleses estirados con también dos niños que nos hicieron la cruz.
He de decir que, probablemente, también había influido que, por la tarde, habíamos copado el jacuzzi calentito desde donde vimos la puesta de sol a 2.000 metros de altura con la majestuosa vista del mar al fondo y lo que creo era el Monte Raung ya en la isla de Java. Si, probablemente esto influyó negativamente, pero es que se estaba también dentro, incluso mejor que en la piscina de aguas infinitas climatizada (porque hacía frío…) aunque no tan calentita como el jacuzzi.
Todo empezó con un error…
Era nuestra primera parada real en Bali y todo empezó con un error en la agencia que había reservado en las mismas fechas del mes siguiente…y el hotel estaba a tope…17 de agosto ya se sabe.
A duras penas conseguimos una habitación para esa noche y que los dueños nos dejaran la habitación de la hija para la segunda noche (no estaba mal dicho sea de paso…la habitación me refiero…).
No fue el comienzo soñado. Adicional, yo llegaba con un buen constipado de la escala en Doha (parece mentira que puedas pasar tanto frío en un sitio tan caliente…que manera de derrochar energía tiene esta gente) y el viaje se me hizo un poco largo. Paramos a visitar un par de templos, uno en un lago y otro, Tanah Lot Pura, en una roca sobre el mar. Tal vez demasiados turistas…no era precisamente un ambiente mágico de recogimiento.
Curioso el templo protegido por una pequeña serpiente marina parece que es tremendamente venenosa.
Y en un pequeño local pudimos conocer a un zorro volador (ya os contaré más adelante) y a las famosas civetas que, a través de su aparato digestivo, “tratan” los granos de café arábico para crear el famoso y carísimo Luwak o café “cagado” por estos curiosos animales.
Pudimos probarlo y, afortunadamente, no logramos detectar las notas aromáticas que nos vendían como incomparables. Esto lo hicimos antes de ver la materia prima directamente recogida de las jaulas de los animales… ¿A quien se le ocurriría que las enzimas digestivas de estos bichos podían mejorar las notas sensoriales de los granos de café? Imagino que a alguien con iniciativa marketiniana al que las civetas se le comieron los granos recién cultivados…
Nuestra siguiente etapa el parque nacional de Bali Barat, situado al oeste de la isla desde donde se ve perfectamente Java.
Aparte de monos y ciervos, el parque es uno de los mejores lugares de Bali para bucear, exactamente en el enclave de Medjangan.
Y allí, en el hotel con el mismo nombre situado idílicamente en el parque natural, y mientras hacíamos checking, nos volvimos a encontrar con la familia de ingleses. La cara de la señora fue un poema al vernos.
¡Otra vez los rubios diabólicos!!!!
Maravilloso el snorkeling, aunque un poco transitado (¡el año que viene bucearemos de verdad, prometido!) y no menos agradable el masajito en el SPA con vistas a la bahía y el volcán de fondo natural (un espejo situado estratégicamente permitía la visión mientras recibías el masaje).
Paula dio la nota perdiéndose por el parque mientras hacía jogging al anochecer y ser perseguida, según ella, por una manada de ciervos enloquecidos…
Finalmente Ubud
Y ya Ubud, el centro de peregrinación cultural de la isla y lugar de culto para los amantes del yoga y de los arrozales.
Paisajes estos increíbles, como también lo era el hotel donde nos alojamos (Wapa di Ume).
Cincuenta sapos capturados por Gueorgui poblaron durante horas la bañera de los niños (afortunadamente en cuartos separados) con el consiguiente conflicto con la dirección del hotel. Finalmente fueron liberados antes de que las cosas fueran a mayores.
Ubud también es famoso por su “Monkey Forest” donde estos simpáticos animales hacen todo tipo de tropelías a los turistas que les dan de comer, y por sus masajes baratos. ¡He de decir que es de los pocos masajes que me he dado en el viaje donde ni me he dormido, ni se me ha hecho corto porque el local (y la masajista) eran un poco guarrillos, pero…por 7€ que esperas malandrín!
El pueblecito está atestado de turistas y de restaurantes con encanto. De los que probamos, el Hujan Locale fue el que más nos gustó. Hay otros más renombrados de cocina de autor (Mozaic) pero no procedía con los enanos. Nos habían recomendado mucho el Ibi Rau, pero a mí personalmente me pareció normalito…si acaso mejor el Café Wayan en la misma calle.
Curioso el Ubud market en plan mercado de artesanías con cierta gracia por lo caótico. Especialmente divertido si vas con Alex empeñado en comprar todo aquello que no se vende, sino que decora los locales. Finalmente hizo su agosto un vendedor que tenía en la tienda un reloj del Chelsea que acabó vendiéndonos a precio de oro…
Este viaje no ha acabado … siguiente etapa: Visita al Dragón de Komodo!!!