¿Quién me iba a decir a mi que los González Redondo habían nacido para la hostelería y el servicio a clientes?
Ya sabía yo que David era un gran arquitecto, que en su época llegó a Director de una importante promotora; que Victor había hecho sus pinitos en multinacionales y que Anulfo era un gran piloto aerostático, pero no sabía que juntándose iban a crear un tritandem tan potente.
Todo data de una tradición familiar; su madre allende los tiempos, compró una casa en la remota y minúscula isla de Sifnos; una de las más de 2500 islas griegas perteneciente al archipiélago más conocido, el de las Cíclades. No es una de las famosas, muy alejada en fama de otras (Santorini, Mikonos, Patmos…) que atraen a hordas de turistas lo que hace muy poco idílica su visita. La primera por su bellísimo cráter acuático que es foco de millones de fotos en agencias de viaje (y millones de japoneses se apretujan para sacarlas) y la segunda por ser el centro festivo de la zona (la Ibiza de las Cícladas?) hacen su visita obligada pero poco romántica.
Sin embargo hay, como decía antes, muchas otras islas que, al no tener la fama de las primeras, permiten una visita muy sosegada a sus preciosas playas y sus pintorescos pueblecitos blancos..y Sifnos es una de ellas, especialmente si se visita la última semana de junio…
Allí se llega en un ferry rápido que tarda algo más de 3 horas en llegar desde Atenas. Tras escala previa en Serifos, el barco se adentra en la bahía de Kamares, donde como un autobús naútico descarga coches y turistas y carga a los que acaban sus vacaciones o se dirigen a alguna otra isla. Una vez el barco abandona el puerto, te das cuenta que la agitación propia de la llegada y salida “masiva” se enfrían y el puerto vuelve a dormitar hasta la siguiente llegada 24 horas después. Una primera toma de contacto con un par de colas en la tienda de alquiler de motos o en los restaurantes del puerto serán las únicas colas que nos encontremos en los 5 días que pasaremos en la isla.
Y al ser las distancias tan cortas con recorridos máximos de 15 kms, permite que una pequeña scooter sea ideal para los traslados internos (y lo más divertido para los chavales).
Con David de guía improvisado atravesamos Apolonia (bonito pueblo blanco efervescente en agosto pero tranquilo el resto del año) y llegamos al hotel Kamarotí.
Obra y arte de David que en una visita a la isla vio posibilidades en ese olivar que descendía la colina con las vistas del mar al fondo. Rápidamente pensó en construirse una casa pero, con más calma y tras arduas negociaciones con los propietarios aledaños, le entró la vena emprendedora embarcando a sus hermanos en la maravillosa locura de montar un hotel boutique sin tener ninguna experiencia en el mundo de la hostelería. La idea era sencilla, mucha dedicación que supliera la falta de experiencia para lograr que, en ese paraje, los huéspedes se sintieran tratados como si estuvieran en su casa. Imagino la dificultad de esos comienzos que, para mayor emoción, coincidieron con la crisis…y en Grecia.
Afortunadamente, y a pesar de la dificultad para contraer los créditos por motivos que no hace falta explicar, consiguieron acabar la obra y abrir el 1 de julio de 2011 (me acuerdo porque es la password del wifi). No se harán millonarios pero han conseguido los objetivos que se marcaron porque visitar Kamarotí es sentirte en casa. Con sólo 15 habitaciones cada una singular que gozan de vistas maravillosas que son difíciles de transmitir incluso con los reportajes fotográficos de afamados profesionales, con la piscina que muere sobre la vista del mar, con la flora mediterránea que David mima y protege de ataques cruentos (Alex hizo todo lo posible para descabezar sus amadas Pagafantas…sorry, no recuerdo nombre técnico de las plantas cabezonas que junto con todo tipo de hierbas aromáticas circundan los senderos del hotel), con la cocina casera y mediterránea con algunos guiños hispanos que Victor maneja sin estridencias y con el servicio implicado de todo el equipo (grande Gyorgos) hace que el cliente se convierta en fan desde el día 1 de la estancia. Y esto creo que es lo más difícil de conseguir en cualquier negocio de trato al público. Todos los detalles se cuidan hasta un grado que, os juro porque conozco a David desde hace más de 30 años, no pensaba que serían capaces. Porque, como decía al principio, hay que nacer para esto…
Los días comienzan en Kamarotí, tras una siempre reparadora noche en las cómodas camas de la marca griega Cocomat (tan recomendables que pienso comprarme una ipsofacto), con un magnífico desayuno con vistas. Todo natural, todo mediterráneo, todo muy sano (zumo de naranja natural, tostadas de pan de tahona con aceite de oliva o mermeladas caseras o tomate natural, yogur griego con miel de Sifnos, quesos frescos y buen café o huevos al gusto).
Cada día se puede plantear una excursión diferente que, bien aconsejados por David o Victor dependiendo del viento que haga, te llevarán invariablemente a una pequeña calita con 4 casas de pescadores (blancas por supuesto), aguas cristalinas y su restaurante con las mesas en la playa que casi tocan el agua y buena sombra para la siesta…paradisiaco? Probablemente, hasta una bandera del Atleti nos encontramos en uno de los locales!
Sólo deciros que yo no soy muy de playa, acabo cansándome rápido de las multitudes, los bocatas arenosos y los calores propios de los días de playa y en Sifnos, sin embargo, no dejamos ninguna playa antes de las 8 de la noche…
Y esa no es mala hora para acercarte a la pequeña ciudadela de Kastro. Construida en una colina sobre el mar, gracias a sus vistas se ha convertido en semillero de cafeterías de diseño donde tomar una copa previa a la cena. Aunque ninguno tan particular como “Los Cabos” con su pareja de ancianos nostálgicos “kastristas” (por Fidel o por el nombre del pueblo?) dan los mojitos con mejores vistas del pueblo. Todo en ellos y en el local destila tintes revolucionarios y, aunque el local y sus dueños no es lo más pulcro de la isla (entiendo las críticas de Miguel y Teresa…cuanto tiempo sin verle y me lo encuentro allí!) merita, sin duda, una visita con pocas pretensiones en cuanto a la calidad de las consumiciones pero…a esa edad (no andarán lejos de los 90) todo se perdona…
Que crack Manza, mirando fotos de Sifnos me he encontrado con tu Blog y los comentarios de esa semana que pasamos por allí y coincidimos. Subscribo todo lo dicho y hasta la mirada nostálgica al tugurio revolucionario de Kastro. Un placer rencontrarte por allí y verte tan bien rodeado. Hasta pronto man.
Gracias Miguel, muchas gracias por tu comentario. Para mi también fue un placer verte y reecnontrarnos en ese lugar tan especial.
Qué bueno que el blog lo hayas encontrado por ahí, eso significa que está bien posicionado, ya tiene 3 años. La idea partió de Lu que es quién lo llevaba antes. Un abrazo,