Empezamos el fin de semana con una cena de celebración en el Villa María; no es que sea el mejor restaurante pero está bien ambientado para turistas y no dejaba de ser la primera noche de la mayoría de los integrantes del Grupo. La comida aceptable y el trago abundante hicieron que unos se animaran y otros empezaran a notar las muchas horas de vigilia. Entre los primeros, como no, mi socio, entre los segundos, como no, Toni y, por raro que parezca, Pepito Fiestas…debió de ser la altura…Porque más tarde acudimos a la Roma, para ser más exactos, al Bengala, donde el ínclito Walter, hombre maduro él, de largas melenas blancas, DJ a tiempo completo y, a veces, agente de futbolistas, parte y reparte. Es más, porque uno tiene amistades que le abren muchas puertas, que a punto estuvimos de quedarnos fuera por lo descompensado de chicos/as. Utilicé mis artimañas de perro viejo y entramos sin más. A las 3, cuando obligan a echar el cierre de los bares normales, Walter cierra las puertas delanteras y sólo permite el acceso o salida atravesando la cocina por la parte trasera. Como Yuri, generoso él, abrió cuenta y dejó su tarjeta…lo que no acabo de entender es como acabó de comprobar la cuenta…
Y es que quedaba mucho, mucho más, pero aquí empezaron las dificultades. Tempranito por la mañanita, con alguna cara de circunstancias, autobús para Xochimilco. Es una zona de lagunas (realmente toda la antigua Tenochtitlan lo era) situada cerca de Coyoacan, al sur de la Ciudad de México a la que normalmente no se tarda más de media hora en llegar pero nuestro chófer (el hombre impasible) la convirtió en hora y media. Es típica entre turistas pero también entre familias o grupos de amigos que rentan unas embarcaciones coloridas llamadas trajineras con capacidad para, mínimo, 20 personas. Propulsadas por unos palos enormes tipo góndola, se va dando un paseo donde lo de menos es el paisaje. Lo gracioso es lo que se lleva (neverita con chelas, tequila y comida para llevar) y lo que te ofrecen las barquitas que se acercan. Por supuesto todo tipo de comidas (tacos, elotes), bebidas (tequilas, cervezas y hasta pulque) y mariachis que te ofrecen sus canciones a 100 pesos la unidad. Tuvimos mucho de todo; desde luego de comer, más de tomar y muchas veces el Rey haciendo el agosto los mariachis con nosotros. ¡Qué fácil es pedir cuando no paga uno!
Subía la temperatura, especialmente la alcohólica, y en una de esas fotos exaltación de la amistad, Juanito Martínez me pasó la mano por la cabeza y…uuuuups, gafas de sol al agua. En un rápido movimiento intenté alcanzarlas pero…se hundieron irremisiblemente en esa agua a la que no me acercaría demasiado…y a la que posteriormente cayó la gorra de Karla en otro rebrote alcohólico. Finalmente alcanzamos puertos sanos y salvos, salvo `por los episodios anteriores que me afectaban muy de lleno (de hecho acabé con la gorra pasada por agua en la cabeza…y sigo con todo el pelo…)
Sin mucho más que contar, nos dejamos caer por la plaza Garibaldi, allí donde se exponen los mariachis para que quien los quiera contratar negocie precio y dirección donde deben de acudir. Este hecho da mucho colorido a la plaza que dicen se pone peligrosa a cierta hora. Hay aquí un local, el Tenampa, famoso donde los haya, pero decidimos acudir a otro no menos famoso pero más de baile como les gusta a los mexicanos…y que a mi no me gusta demasiado. Comimos rico y seguimos con el trago, incluso Martínez y Gonzalo se lanzaron a la pista. En todo esto llegó Yuri y les aplacó los ánimos con una ligereza en el baile que a todos dejó estupefactos. Salimos y yo creo que no nos sentó bien las descargas eléctricas que te dan a la salida a 10 pesos…luego pensándolo fue eso y no el tequila lo que nos sentó mal…y lo que nos dio mala suerte. Porque después de alcanzar algunos el Rhodesia social club (todos embutidos en el coche de Yuri…mamma mia!) y de tomar alguna copita más, decidimos que una retirada a tiempo era una victoria. Como no era tan tarde, estaríamos a tope para la visita a las pirámides del día siguiente. Pero fue llegar al hotel e ir a tomar unos tacos con Gonzalo (el compañero ideal pues nunca falla por la noche) y darme cuenta que no tenía el iphone.
Mierda!!!!!! Se me acababa de caer en el taxi y éste ya no contestaba, imagino que acabaría rápidamente en Tepito. Vaya día; el mismo día gafas e iphone y todavía me quedaba ver a la mañana siguiente el móvil que tengo en México con todo el cristal inexplicablemente rajado!!!
Si ya lo decía antes que las descargas eléctricas….