Todo lo que mola cruzar el Ecuador cuando en Europa estamos en invierno con todo lo que eso conlleva (días grises, frío, noches largas…) lo tiene de negativo ese mismo camino en julio. Pasas del ambiente de playa y chiringuito, calorcito, días eternos, terracita y piscina al de lluvia y abrigos, ropa oscura, frío y noches desapacibles.
Llevaba varios viajes a Chile y Argentina en nuestros meses más invernales (diciembre y febrero) y me generaba una situación muy gratificante encontrarme con un ambiente de expansión y luz versus la oscuridad y frío del hogar. Sin embargo, esta vez ha sido todo lo contrario, cambié una Barcelona resplandeciente, con ganas de verano a comienzos de julio por una Buenos Aires lluviosa y aplatanada. He de decir que rápidamente cambié el chip y me hice a los calcetines de lana y a las chaquetas de invierno.
Llegué un lunes por la noche con la idea de acercarme a cenar y después dar un paseo por Puerto Madero (como hice la última vez que fui en diciembre) pero la lluvia y el frío me aconsejaron quedarme a resguardo en el hotel. Ya sé que debería haberlo pensado antes pero a veces el cerebro humano actúa de una manera irracional basado en recuerdos y no en hechos reales.
He de reconocer que me pareció más chulo que la última vez el hotel Intercontinental de Buenos Aires y pude aprovechar bien el gimnasio y la piscina cubierta. Además tuve tiempo de preparar la reunión que tendría al día siguiente y ponerme al día de la situación con Macri (justo había estado en Buenos Aires cuando la toma de posesión y recuerdo que la taxista nos dijo sobre Cristina que muchos la echarían de menos). Bien es cierto que la apertura del país no va al ritmo deseado, que la devaluación de la moneda (más de un 50%) ha hecho que los precios sean más razonables desde la visión del extranjero pero siguen siendo altos, que el incremento de precios bestial de los servicios públicos estancados desde hacía décadas ha afectado, como siempre a los más débiles…😑😑
Pero también creo que el camino es el correcto (o más bien eso creen mis amigos argentinos). Pasa como siempre, que todos son muy patriotas pero los dólares en EEUU por si acaso…y el por si acaso le cuesta muchos puntos de desarrollo al país.
Y saltando el biombo al día siguiente me planté en Santiago donde hacía si cabe más frío pero, cuando te sale un día despejado…Qué bonita e impresionante es la Cordillera…y está tan cerca.
Vamos bien en Chile, a punto de cerrar lo que será uno de los proyectos más importantes en Latam y que nos permitirá abrir una operación triple A especializada como no la hay en Chile. Hay pesimismo, como he percibido en este viaje en todos los países visitados (fueron 5) pero creo que Chile y Argentina tienen papeletas para salir rápido de esta mini crisis y también creo que es un buen momento para invertir. Nosotros así lo haremos…
Como soy animal de costumbres, no dejé de cenar a mí llegada el mero de profundidad del Don Carlos en Isidora Goyenechea (¡qué carnes más prietas! Las del mero se entiende…) y salí a correr por el parque Bicentenario desafiando al frío intenso matutino. ¡Qué subidón cuando corres sólo recién amanecido con el pedazo de montaña rodeándote!…y más ahora que está nevada hasta la base. ¡Espectacular!
No me gustó demasiado el peruano de fusión japonesa donde cenamos; el restaurante Hanzo cerca de Borderío…aunque también he de decir que «peruanos» iba a tener a mansalva en este viaje porque la siguiente escala era Lima.