Y es que estoy enfrascado en mil proyectos, entre otros se me ha ocurrido volver a las aulas para revivir, 20 años después, mi experiencia en el IESE que, cuando menos, me permitió montar Logisfashion junto con Carlos y Juan. Si señor, me he metido a hacer un Programa de Desarrollo donde todos son (somos) muy mayores. Mucho mayores que yo, pensé el primer día, pero pronto me di cuenta que siempre me trato con indulgencia, que ni mucho menos era el benjamín del grupo…
Veinte años no son nada, pero a veces miro a mis compañeros y es ahí donde de verdad tomo consciencia del tiempo transcurrido. Ahí y cuando acaba la clase y la gente sale en estampida al baño…hace 20 años ni sabía donde quedaba el baño en el IESE. Eso sí, es verdad que nos miman mucho y nos dan de comer y beber en abundancia, lo cual ayuda a que la gente salga en estampida. ¡Así estamos, haciendo concursos de quien va más veces y quien llega más lejos…como niños!
Pues bien, del IESE directo al aeropuerto para cruzar el charco de nuevo…y en turista, premium, pero turista, al fin y al cabo. Me hago mayor, pero sigo teniendo el espíritu del emprendedor ahorrador…que las cosas están muy difíciles. Mira por donde que la economy te sirve para departir con el prójimo e, incluso, sacar algún que otro contacto que tal vez sirva para el futuro.
Primera parada México donde Yuri (el optimista) va como una bala. No importa que algún cliente díscolo se vaya por las ramas, él tiene cola en la puerta para trabajar con Logis. Enhorabuena al equipo comercial con la siempre dispuesta Iris. Acabamos de empezar un proyecto inhouse con Decathlon y los comentarios por parte del cliente son inmejorables (aunque he de decir que en la comida miraba de reojo la tele donde el Atleti perdía en Sevilla ☹).
También estamos desarrollando el segmento de las empresas de juguetes con Bandai y el que más me impresionó, Distroller, con cuyo CEO cenamos en el magnífico Dulce Patria ese mismo día. Fue un día largo, pero mereció la pena que Yuri pagara la apuesta que hace tiempo le gané. Con buen tequila y los platos típicos de Martha Ortiz (que rico el extraviado) nos explicó el proyecto de Distroller liderado por su fundadora Amparín, que tiene que ser todo un personaje. Diseñadora y dibujante, recrea historias que le ocurren traspasándolas a personajes típicos de la tradición mexicana. Así, su recreación de la virgen de Guadalupe en accesorios con su Virgencita plis (que esta mochila se convierta en Gucci…) con peticiones extravagantes fue toda una sensación.
Distroller
Aunque el éxito de verdad le ha venido con los relojes fetales que crecen con el agua y que los niñ@s han de llevar a la tienda al cabo de una semana para que la enfermera, apoyándose en una máquina que recrea el útero humano del Dr. Bacterio, ayuden al nacimiento de la muñeca que será adoptada por la niña a la que los papás compraron la experiencia. Porque de eso se trata, y todo en la tienda está preparado para recrear esa experiencia, desde la enfermera (Tania en nuestro caso) hasta un sanatorio con incubadora donde las niñas dejan a sus bebés hasta que se recuperan de las terribles enfermedades que les aquejan. Toda una experiencia que me hizo visitar la tienda al día siguiente; fundamentalmente por la emoción que le ponía Eduardo (su CEO) al contárnoslo. Chapeau y seguro que tienen mucho éxito a nivel internacional, como el que han tenido en México. Ya han abierto un par de tiendas en EEUU y su plan de expansión (espero que con nosotros) va viento en popa.
Y como el viaje era relámpago, a las 6 de la mañana para Bogotá. Eso sí, no pude resistirme a comprar un par de botellas del Herradura Ultra que me regaló Yuri y que supera con creces a mi preferido, hasta la fecha, reposado. Llegando al control de pasaportes de Bogotá me di cuenta que me las había dejado en el avión. Carrera deshaciendo lo andado que había sido bastante y adrenalina a tope para llegar a la puerta de salida cuando lo abandonaba la tripulación. Hube de rogar a la de seguridad, pero finalmente las recuperé. Uff, suerte tuvieron Fede y Carlos que para ellos eran…
Colombia
No es Colombia un país fácil para vender (o no conseguimos que los clientes valoren el servicio de Logisfashion con lo que vale). Y desde luego no será por las capacidades y compromiso del equipo que nuevamente me demostraron (Fede, Yeymin, Eva…). Me fui optimista, como no puede ser de otra manera con la energía que desprenden. Más aún después de conocer finalmente el famoso Leo Cocina y Cava.
Y es que no cae bien la mediática dueña (Leonor) y me costó convencer a Carlos de acudir. Finalmente, no sólo vino, sino que tuvo el detalle de invitarme con maridaje y todo (Grande Villa). El maridaje si que fue un poco raro con fermentado de guayaba, licor de corozo, café anisado, ron Parce (espectacular) y algo de vino. Como bien decía Carlos, si el vino ya está inventado para que se meten en esas historias. El menú me pareció a partes iguales original y sabroso, con elementos típicos de los indígenas colombianos. No entendí casi nada de los platos, pero me entusiasmó un atún con polvos de hormiga culona y un ceviche con pirarucú, el segundo pez de agua dulce más grande del mundo que recordaba de cuando fuimos con Paula al Amazonas (no me supieron decir cual era el más grande).
Muy recomendable pues triunfa en su empeño de publicitar la tradición indígena y precolombina que, sin duda, es extraordinaria y poco apreciada por el esnobismo de las clases altas (vaya frase más pedante me ha quedado…). No es fácil encontrar en Bogotá (ciudad donde han proliferado como hongos restaurantes de corte mediterránea con una cocina aseada pero difíciles de diferenciar unos de otros) esta apuesta por lo tradicional con tanta calidad. Sin duda pienso volver, a ver si de esta manera pillo algún nombre más allá de los mencionados….