A este viajero chismoso le pilló el sismo acaecido en la Ciudad de México el pasado 19 de septiembre en las instalaciones de Logisfashion en Cuautitlán Izcalli. No hacia ni dos semanas de otro sismo (más potente en la escala Richter pero más alejado) que se había quedado en un susto en la Ciudad (no así en la costa oaxaqueña más cercana al epicentro). Se cumplían justo 32 años del terrible terremoto que el 19 de septiembre de 1985 destruyó la Ciudad de México con un número de víctimas altísimo, aunque jamás del todo desvelado.
Simulacro general
Todos los años, a las 11 de la mañana del 19 de septiembre, la Ciudad de México vive un simulacro general. Porque en la Ciudad de México se sabe que la tierra se mueve y que cada x años vendrá un temblor como éste. De hecho, éste no fue para tanto en términos Richter (7,2), pero fue muy cercano; su epicentro se situó en el estado de Puebla. Esto lo hizo devastador.
A este viajero le llamó la atención cuando por la mañana le dejaron la nota del simulacro en el hotel.
¡Qué poca previsión pensé!
Hace 2 semanas tuvieron un terremoto y entonces se dan cuenta de que no está mal hacer simulacros.
Este viajero desconocía que era algo anual, algo tipo homenaje a los caídos en el 85. Y desde luego desconocía lo que se nos venía encima. No debió tomárselo a broma pues mejor preparado habría estado. Cosas del destino, el simulacro fue a las 11 y el temblor a las 13. No dio tiempo a olvidarse para los que lo hicieron a conciencia.
- A la misma hora que se iniciaba el simulacro, empezábamos el Consejo de Administración de Logisfashion México en las oficinas situadas en nuestra bodega de Cuautitlán.
- A las 13 horas seguíamos enfrascados en sesudas discusiones sobre donde invertir recursos.
- A las 13:12 el café de las tazas sobre la mesa empezó a agitarse a lo loco como si una cucharilla invisible se esforzara por remover el azúcar.
- Diez segundos de silencio precedieron al movimiento brutal que nos sacó (eso si dignamente) de la sala junto con el resto de la compañía al punto de reunión en el patio.
- Durante 2 minutos veíamos las farolas bailar una danza siniestra. Me impresionó el silencio con el que todos contemplábamos la escena deseando que acabara. No hubo pánico, no hubo gritos. Todo se mantuvo en una calma artificial hasta que la tierra dejó de temblar.
Ese fue el momento de comprobar que dentro de las instalaciones no había mayor daño. Afortunadamente estamos en zona donde el terreno es menos proclive que en el centro de la Ciudad y los edificios más modernos por lo que no hubo mayor problema. De hecho, continuamos el Consejo como si tal cosa, alerta ante nuevas réplicas que se produjeron, pero sin alcanzar a entender la catástrofe que luego comprobaríamos.
¡Qué impotencia!
La abogada del Consejo (que por cierto era su primer día con nosotros sustituyendo a Oscar el titular) nos empezó a dar datos de Info que le llegaba cuando se restablecieron las líneas. Que, si se había caído un edificio en la Ciudad de México, que eran varios en La Roma, que un colegio se había derrumbado atrapando a varios niños. ¡Que impotencia!!!
Probablemente lo más aterrador fue el silencio de la ciudad por la noche cuando volví al hotel.
En el barrio de Polanco, prácticamente vacío, solo se podía escuchar las motos de voluntarios que iban de los centros de acopio hacia las zonas más afectadas para llevar productos de primera necesidad donados para los voluntarios que trabajaban en las tareas de desescombro de los edificios caídos buscando víctimas. A solo 3 o 4 kilómetros, en la Roma donde yo había cenado la noche anterior, varios edificios habían caído con muchos muertos en el interior. Sin embargo, en Polanco todo normal, incluso la gente comía en silencio en los pocos restaurantes abiertos.
Estremecedor fue también vivir una réplica en el piso 26 tomando el ascensor. Se paró en el piso 25 y viví momentos de angustia sin luz encerrado con mi compañero accidental. Era este un señor calvo con gafas (sé que no es importante, pero busco ser descriptivo del momento). Tras breves instantes se abrieron las puertas mientras seguía temblando todo. Era el piso 24. Nos miramos (el señor calvo con gafas y este viajero). Noté el terror en sus ojos. Salió disparado hacía las escaleras y yo tras él a cierta distancia porque no entiendo perder la elegancia, así como así…y es en estos momentos donde se demuestra un estilo de vida.
Nos bajamos los 24 pisos resoplando (algo así como batir el record del mundo de bajada de escaleras a oscuras). Bajó tan rápido que se pasó 3 pisos la salida (yo me lo encontré en el lobby cuando volvió a subir lo bajado. En el lobby el piano seguía sonando. Ahí me dijo que era argentino (o más bien le escuché por primera vez un poco avergonzado por la escena de sálvese quien pueda).
No fue el comienzo de una gran amistad pero si nos tomamos una cerveza solidaria para sellar las bases de nuestro silencio que yo he desvelado a los millones de lectores de este Viajero….
Ayuda a los danmificados del terremoto de México