La verdad es que al escribir esto ya he pasado nuevamente por Bogotá. Llevo una racha de viajes que se me hace difícil planificar los posts y llevar una bitácora accesible para quien me siga. Siento, por ello, mezclar historias o restaurantes que pertenecen a viajes diferentes. Puede ocurrir y tampoco me preocupa demasiado pues el orden no ha sido nunca el objetivo de este humilde blog.
Así, puedo hablar de 2 visitas al precioso hotel de la Ópera en Bogotá (uno con el Comité y otro con el Consejo…); justo al comienzo del Centro Histórico la Candelaria y a 2 pasos de la Plaza Bolívar donde se sitúan los edificios más representativos de Bogotá: la Catedral, el palacio de gobierno, el ayuntamiento, la casa Nariño (hogar del Presidente) y el Palacio de Justicia. Éste último totalmente remodelado tras ser destruido en 1985 tras la toma del mismo por el grupo guerrillero M19 y el posterior asalto que no hizo sino aumentar la carnicería del ejército colombiano que no dejó vivo ni al tato (bueno, alguno que luego fue alcalde de Bogotá sí que salió vivo). En total más de 100 muertos con varios desaparecidos que, muchos años después, fueron reconocidos en fosas comunes…no suena bien, ¿verdad?
Ahora intento darle forma porque esto me lleva a muchas historias apasionantes que son hitos del psique colombiano. El primero, como no, me hace enlazarlo con el reciente referéndum (justo mis viajes fueron 2 semanas antes y una después del fiasco). Lo que iba a ser la fiesta de la paz se convirtió en una pesadilla para muchos colombianos de buena fe. Nadie entiende desde fuera que se vote NO a un proceso que traería la PAZ después de 50 años de barbaridades. Por muchas concesiones que se hagan y después de una campaña donde las voces en contra eran mínimas aunque poderosas (Uribe, siempre Uribe…), por sólo 50.000 votos y en unas elecciones donde hubo casi un 60% de abstención, los colombianos, en todo su derecho pero de manera, reitero, poco comprensible lo rechazaron.
Esto abre un periodo de incertidumbre que ha generado una movilización popular nunca vista en Colombia que podría llevar a que se llegara a una solución final empujada por el pueblo y no por los políticos. Y esta podría ser una de las causas del rechazo al proceso: la baja popularidad de sus políticos y, especialmente de su Presidente Santos que, a lo Cameron, pretendió jugarse al todo o nada el Proceso de Paz y le salió cruz…bueno, al menos se llevó el Nobel que algunos opinan era lo que realmente buscaba.
Ahora está la plaza llenándose de acampados que protestan en general (vi incluso pancartas anti taurinas) y llegan hasta la misma esquina donde se puede visitar la Casa del Florero.
Es este uno de los puntos clave de la Independencia de Colombia (la historia siempre se cuenta como se quiere o como es más divertida). Parece que el robo del susodicho florero o la no cesión por parte de unos hacendados españoles, generó revueltas que fueron el detonante o la excusa para el comienzo de las refriegas que llevaron a la liberación de Bogotá. No es que le de mucha verosimilitud a la historia que, por cierto, me recuerda a una en México con los franceses y unas tartas.
En la peatonal que sale entre el Palacio y la casa del florero, mataron a Gaitán; ese prócer colombiano de los años 50 asesinado por las oscuras fuerzas reaccionarias (podría haber sido el Kennedy colombiano). Esta sí que es una historia interesante perfectamente relatada por el escritor colombiano (uno de mis tops) Juan Gabriel Vásquez en su última novela “La forma de las ruinas”. Un imprescindible que también mete en el cóctel la muerte, en la misma zona, del General liberal… Uribe Uribe (siempre Uribe) manejando nuevamente la teoría de la conspiración común en las 2 muertes anteriores. ¡Apasionante!
Es esta Avenida la que lleva al Museo del Oro. Muy interesante (imprescindible un guía) para entender el manejo que del oro hacían los indígenas precolombinos y como debió ser el choque de culturas con los materialistas conquistadores.
No me voy sin antes contaros el Curso de Cocina que hicimos con el Comité en la escuela del argentino Mariano Moreno en Bogotá. No cabe duda que este tipo de trabajo en equipo genera un espíritu que no se consigue de otra manera.
Ver como Gonzalo con su afán gallego de la carne cruda destrozó la posta cartagenera (punta de anca sellada y cocida en su salsa aderezada con panela o el azúcar de los pobres) a pesar de los esfuerzos de Toni que, eso sí, prefirió hacerse su propia tortilla de 20 claras de huevo.
Fue sin duda el arroz con coco uno de los platos más sobresalientes de la terna aunque hicimos tanta cantidad que podíamos haber dado de comer a un regimiento.
No faltó el grupo de las chicas con un patacón con hogao. Sencillo pero sabroso. Tal vez nos debíamos de haber atrevido con un sancocho o un ajiaco pero la experiencia estuvo divertida (sobra decir que cuanto más vino tomábamos más divertida se volvía).