Es la segunda visita que hago esta ciudad; la anterior hace ya unos 6-7 años, en pleno auge de negocio de la capital rumana.
En aquel primer viaje vine a comprobar con mis propios ojos el descomunal desarrollo inmobiliario, que en efecto existía pero daba ya síntomas de “burbuja” clara, múltiples posibilidades, precios disparatados, multitud de intermediarios con poco valor añadido y en general de baja catadura moral, poca claridad y si una gran cantidad de compradores interesados en comprar simplemente porque se “ganada dinero seguro y en cantidad”.
La ciudad ya me pareció poco atractiva en general, una extraña mezcla de desarrollo acelerado, viejos edificio “mole” estilo comunista, algunas zonas con algo de encanto y un aspecto todavía en general que definiría como muy “campestre”, sin servicios (no vi casi tiendas ni comercio), casitas al borde de las carreteras, con su huertito y sensación de que la gente cultiva para subsistir ellos mismos, y eso a 15-20 km del centro de la ciudad, al lado de lo que sería en meses, según los inversores, grandes polos de desarrollo de todo tipo.
Si estaban ya instaladas en muchas zonas de la país un montón de nuevas empresas de confección y textiles, que si eran de mucho interés de conocer para nuestra empresa, con la que estamos siempre estar al tanto de la evolución de mercado y sus oportunidades.
Ahora, en plena crisis y sin crédito, no sé muy bien que quedará, aparte eso sí, de la que dicen es la tierra agrícola más fértil de toda Europa.
Como os decía esta segunda vez, desde México directo en Bucarest para ir a la final de la UEFA Europa League entre los 2 atléticos.
Llegué un martes por la noche y para empezar, la primera en la frente: el taxi que cogí, después de que un policía me dijera que no subiera otro por ilegal, me cobró 3 veces más de lo que debería de ser la tarifa estándar. Lo peor es que ya venía avisado del último viaje y me di cuenta de que algo no funcionaba cuando le pregunté lo que costaría y el taxista (eso si en perfecto inglés) me dijo que trabajaba con taxímetro…que que me creía…el taxímetro estaba estratégicamente colocado detrás del cambio de marchas por lo que, por más que me esforzaba, no conseguía saber cuánto marcaba en ningún momento.
Es Bucarest y probablemente toda Rumanía un lugar donde parece que en algunos aspectos siempre se bordee la legalidad, donde ciertos usos y costumbres del desarrollo que llevan aparejados el desarrollo de los servicios no han llegado todavía, pero bueno, también ocurre en varias zonas de España y en muchos otros países.
Me alojé en el Hotel Intercontinental a la espera de la llegada de mis amigos; la tarifa se había multiplicado por 3 con la excusa del partido.
Como era tarde pedí en la recepción que me aconsejaran un restaurante típico cercano y me recomendaron el Vatra con un patio muy acogedor y donde comí una especie de hojas rellenas de pollo a la parrilla que estaban deliciosas, todo ello regado con la cerveza local Ursus ¿alguien me puede decir algún país donde no haya cerveza local? Debe de ser el único elemento culinario universal…bueno, por supuesto alguno musulmán no la tenga pero…poco más.
De los edificios que vi, destacar el “despampanante” palacio de los pueblos que mandó construir Ceaucescu y que es el segundo edificio más grande del mundo después del Pentágono. Os podéis imaginar….mega avenida majestuosa que desemboca en la colina donde se asienta el palacio….imagino que para construir una y otra tiraría abajo media ciudad pero…eran otros tiempos.
En fin, se nota que no se trata de uno de mis destinos favoritos, pero hay que viajar y viajar y aprender y aprender: es el viaje lo bonito, no el destino!
Buen fin de semana a todos.