Dedicada a mi suegro Pepe, paladín del turismo familiar.
Pasas de la playita, el solecito, la alegría del Sur a la incertidumbre del tiempo, las nubes, el fresquito y al carácter recio del Norte. Esto es lo magnífico de España que puedes combinar fácilmente 2 veranos muy diferentes. Y como mi suegro huye en agosto de Valencia desde tiempos inmemoriales, nos traslada a ese verano de excursiones, balnearios, bocadillos a tutiplén y chocolate con churros que es Liérganes en Santander.
Y es que en agosto, por un motivo u otro, media Valencia (eso sí, Pepe contribuye con 13 adultos y la friolera de 13 niños…) desembarca en este coqueto pueblo de raíces castellanas situado a la vera del río Miera, muy cerca de Santander y que cuenta con todos los highlights del verano norteño.
Como podéis imaginar, con tanto personal hay que espabilar porque el que se mueve no sale en la foto; el tema alojamiento se complica año tras año ya que no es fácil conseguir un sitio de hospedaje apropiado. Esto, de una manera u otra, se va consiguiendo, lo que no ha sido posible hasta la fecha es que nos admitan el año siguiente (y eso que la poca capacidad de negociación de la situación hace que Pepe pague a tocateja sin queja alguna). Por si acaso, y con la excusas de que en el albergue juvenil que habían reservado para este año, no había sitio suficiente, me hice fuerte en el Hotel Arral (preciosa casona al borde del río exponente claro de la reciedad norteña antes mencionada). Con cuartos espaciosos, techos altos, magníficos desayunos y unos dueños poco extrovertidos ella (la hija) y dicharachero, borrachín y fumador empedernido él (el padre) y lector asiduo de la prensa del movimiento (cosa que a Pepe no le disgusta…) .
Si bien el tema gastronómico no es, desgraciadamente, una de las prioridades de la familia Sancho (al tener que dar de comer a tantas criaturas siempre se opta más por la cantidad que por la calidad…), siempre hay oportunidad de aprovechar los buenos restaurantes de la zona. En Liérganes se toma más el aperitivo (un clásico el pikos y sus albóndigas…grandes gintonics a la fresca…por cierto, muy frecuentado por el cantante de lo Del Tonos, ¡como le habría molado al Lucho!) y el chocolate con churros (hago tremendos esfuerzos porque le guste a mis hijos porque me retrotrae a tiempos pasados pero no consigo despertar ningún interés por su parte) en el Hombre Pez o el Cantábrico (dice la leyenda que un chaval cayó al río y no sólo no se ahogó sino que apareció no sé donde ¿puede que en Cádiz? convertido en un pez…).
Pero en los alrededores es donde se pueden degustar las especialidades de la zona; hay que acercarse a la Trainera en Pedreña (imprescindible) para tomar las rabas, los bocartes y el bonito con tomate o, si quieres carne y un poco más lejos, a la gran recomendación de Antoñito Pardo el Casino de Treceño.
Pero hay un acontecimiento clave repetido año tras año y que se ha convertido en un punto de encuentro imprescindible en la región: las paellas en casa de las primas; curiosa tradición mantenida desde allende los tiempos en el que grupos de valencianos menesterosos se unen en la espectacular casa de las “primas de Madrid” para hacer una competencia «paellil» que, básicamente, sirve para que, con la razonable propensión etílica familiar, nos cojamos una cogorza tremenda que provoca que las paellas (todas) sepan buenísimas a eso de las 4 de la tarde que es cuando empiezan a ser servidas. Y es que queda claro que las paellas saben mejor con hambre y que
“las primas de Madrid” son hospitalarias y buenas bebedoras…
Finalmente acabar con 2 curiosidades del lugar; por un lado, Liérganes está rodeado de bellas montañas, especialmente y muy famosas 2 colinas conocidas como “las tetillas de Liérganes” que merecen una excursión; por otro, curiosos los dulces del lugar; nadie me supo decir el por qué del nombre de unas pastas: “los cojones del anticristo”; puro marketing….