Me surge el martes la posibilidad de ver a un cliente potencial importante con el que estamos negociando para México; un cliente que puede cambiar estratégicamente el posicionamiento de Logisfashion en el mercado porque, las cosas como son, no tenemos un cliente como este dentro del segmento del lujo. Un cliente, como no, italiano del cual no diré el nombre porque, al no estar cerrado y estar peleando por quitárselo a la competencia, me da mal rollo.
Eso sí, os puedo adelantar que en cuanto se cierre, y estamos muy cerca, seréis los primeros en saberlo. Ya he comentado en otros posts que en México estamos ganando cuentas muy interesantes. Hemos empezado a manejar el ecommerce de Tous y la marca alicantina de gafas Hawkers, hemos empezado en 2015 con Abercombrie, con Bath&Body Works, empezaremos en breve a gestionar la parte de cosméticos de Victoria´s Secret pero nos faltaba alguien del sector lujo total; alguien que sólo puede ser francés o italiano porque son los que cortan el bacalao (incluso Loewe que es una marca originaria española de este sector pertenece a la francesa Louis Vuitton). Cruzo los dedos pero esta es de las pocas marcas todavía en manos de la familia fundadora y tiene la base, como os dije, en las cercanías de Firenze….y su nombre, que es el del fundador, empieza por F…
Pues llegué al aeropuerto de Florencia (magnífico el vuelo directo de Vueling) un jueves ya tarde y diluviaba. Me alojaba en un hotel cercano al centro (Grand Hotel Baglioni) por lo que esperaba darme un paseíto y cenar en alguna pequeña trattoria a esa hora en que los turistas se retiran en masa y dejan casi vacío el centro de Florencia. Pero no pudo ser porque con la que caía daba hasta miedo pisar la calle. Tuve suerte porque el hotel, recomendación de mi buen amigo Arnaldo, aunque vetusto (vaya…. ¡viejo!) dispone de un maravilloso restaurante en la última planta con vistas a la cúpula de Brunelleschi. No estuvo mal cenar una buena pasta (macheroncini para más señas) con un buen Chianti mientras observaba il Duomo de Firenze bajo la lluvia y el partido del Atleti en el móvil (esto sé que quita glamour pero es real). Adicionalmente mi línea de visión hacia la ventana por donde se veía el Duomo (La Basílica Catedral Metropolitana de Santa María del Fiore), estaba obstaculizada por una pareja de tortolitos; ya madurito él (español por cierto) y más jovencita ella (sudamericana) con un vestido de lentejuelas verde esmeralda corto, muy corto. Obvio que estaban muy enamorados y lo demostraban con besitos cursis y brindis permanentes y a mí me pareció simpático observarlos, cosa que pude hacer con total descaro pues parecía me fijaba en el Duomo.
A la mañana siguiente madrugué para acudir a la reunión en casa del cliente que fue larga y fructífera. Parece mentira que clientes que venden bolsos a 5.000€ sean tan pejigueros con los precios y no atiendan a los razonamientos clásicos de quien no quiere bajar el precio amparándose en la calidad del servicio… ¡pero lo son! En fin, que una vez acabada la reunión me quedaba toda la tarde para pasearme por Firenze.
Después de comer en un pequeño restaurante enfrente de la Chiesa de Santa María Novella (otra vez pasta con chianti) me encaminé hacia los puntos neurálgicos del turismo florentino (que por cierto están muy cerquita unos de otros). El frío no me retrajo y me calenté subiendo tanto a la cúpula de Brunelleschi, como al Campanile de Giotto; el primero con 463 escalones y el segundo con 410 (este dato tomado de la guía es cierto porque me tomé la molestia de contarlo para entretenerme durante la subida). Sinceramente subir a los 2 es un poco tontería porque las vistas son muy similares por lo que aconsejo subir al Campanile donde hay menos gente (si había atascos en la subida al Duomo un viernes de enero imaginaros en agosto…) y se ve la impresionante cúpula (prodigio arquitectónico sin duda). Más allá, las vistas de Firenze son espectaculares y desde lo alto no se ven tantos asiáticos como cuando se pasea por las calles.
Impresionante las puertas del baptisterio de Ghiberti (gran rival de Brunelleschi aunque las que se ven son copias de las originales que están en el Museo de la Ópera del Duomo).
Más allá, y dejando de lado los museos, es imprescindible pasear el centro dirigiéndose a la preciosa Piazza de la Signoria (con una reproducción del David de Michelangelo; el original está en la Galleria de l’Accademia) y su alargada torre renacentista y, como no, el Ponte Vecchio. Ahora las pequeñas tiendas en el mismo son todas joyerías, en su momento fueron carnicerías. Es curioso que fuera el único puente de Firenze que los Nazis no destruyeron en su huida… ¡menos mal!
Yo no entré en los Ufizzi; una de las galerías de arte más impresionantes del mundo con 1500 obras de primer nivel. Un tip, si vais a Florencia y queréis entrar, reservad hora por internet, vale 4€ pero si no, no entraréis…
ahh! y dedicadle un día entero al menos.