Yo sólo quería que ganásemos. Ya habíamos sufrido mucho, ya habíamos hecho un master en sufrimiento. Teníamos argumentos de los que nos gustan: el gol de Ramos (si, otra vez Ramos) en fuera de juego, las payasadas de Pepe, las trampas de Pepe, las entradas de Pepe…el penalti de Griezmann (¡muchacho, no habías fallado un penalti en tu vida!), la afición…otra vez la afición…
Y allí estaba yo con Gueorgui, con nuestras camisetas del Atleti, 2 años después del “estaba acabado, hijo, estaba acabado…” Esta vez sí que ambos en el campo, reitero con nuestras camisetas del Atleti ya que por azares de la vida estábamos de rojiblanco en la zona de la hinchada del Madrid.
“Hijo, tómalo como parte de tu educación…para que les cojas la manía que se merecen…”
Y yo sólo quería que ganásemos. Yo estaba convencido de que esta vez sí. Que esta vez íbamos a ganar. Que la Champions…. Y que lo íbamos a disfrutar juntos padre e hijo rodeado de madridistas. En Milán. Sería la primera, no la undécima…
Y me daba igual todo lo anterior. La mítica rojiblanca. Las historias del pupas. El ¿Papá por qué somos del Atleti?, Bruselas, Lisboa y su puñetero Ronaldo. Las payasadas de Pepe. Más payasadas de Pepe. Daba todo igual. Habría justicia. ¡Dios existe! Seremos campeones porque sí, porque toca, porque por algo estábamos donde estábamos rodeados de madridistas padre e hijo abrazados. Me daba todo igual. Sólo quería que ganásemos. Poder liberar toda la energía contenida en estos 2 años. Abrazar a Gueorgui como cuando nos clasificamos en Múnich. Sufrimiento, mucho sufrimiento. Y Cholismo, con mayúsculas, mucho Cholismo. Rodeado de gente que no lo entendía. Que ante el Ole, ole, ole su gracia era insultar con un cornudo Simeone. Qué más daba. Seríamos campeones, lo sabía, ambos los sabíamos.
Cada vez que chutaba alguno de los jugadores madridistas sabía que llegaría, que alguno fallaría. Tal vez Bale lesionado o Lucas Vázquez inexperimentado o Pepe, que chute Pepe por favor. Alguno iba a fallar y seríamos campeones. Lo sabía.
- Papá, estás llorando.
- No, hijo, no lloro; porqué iba a llorar.
Bajábamos solos las escaleras. Salíamos del estadio mientras a nuestras espaldas se escuchaban gritos, celebración, algarabía. Era demasiado para mí. Otra vez, 2 años después. No me sentía capaz ni siquiera de explicar a mi hijo lo que sentía. Me di un tiempo mientras caminábamos solos, sin rumbo, por los interiores de San Siro, mientras nos alejábamos de San Siro. Ya no tan solos, deambulando, cruzándonos con otros zombies…
Hijo, tu no lo entiendes. Tú no eres capaz de comprender lo que ha ocurrido. Lo que ha vuelto a ocurrir. Ahora sí que me costaba contener las lágrimas. Tú crees que esto es lo normal y yo me tiré 44 años para vivirlo.
Y noté alguna larimilla también en sus ojos….
¡Ánimo Juanfran; tu camiseta será la más vendida!!!!
Y lo fue…