El número de muertes violentas en México provocadas por el narco asciende a unas 10 mil personas anuales, es decir, cada día son asesinadas una media de 33 personas. Poner las noticias en la radio en este país es un ejercicio bastante monótono: hablan de personas ultimadas, el modo (cabeza cortada, torturadas, colgadas de un puente, quemadas…) así como el Estado del país donde han aparecido los “muertitos”.
Abrir el periódico supone lo mismo, con el añadido de que aparecen las fotos de los cuerpos (generalmente maniatados y torturados y a veces con el inconveniente a la hora de reconocerlo la familia, de haber perdido la cabeza) y dónde han aparecido (generalmente en los estados del norte pero también, últimamente en zonas más al sur como Veracruz, Michoacán y Guerrero). Llama también la atención la parte en la que aparecen las fotos de los detenidos por operaciones del ejército; siempre espero ver personajes siniestros por el alto nivel de maldad en sus actos, pero en las fotos no dejan de ser de hombrecillos con cara de pena que no se atreven a mirar directamente a la cámara. Aparecen luego en los telediarios rodeados de fieros miembros de la PGR armados hasta los dientes y con la cara cubierta por posibles (probables más bien) represalias contra ellos o su familia y son entrevistados en una especie de rueda de prensa por los medios de comunicación presentes. El espectáculo es todavía más curioso ya que no suele aparecer el nombre del personaje sino su mote (todos tienen mote, algunos tan clarificadores como la puerca, la barbie, el flaco…).
La guerra contra el narco emprendida por el Presidente Calderón ha sido un absoluto fracaso. No lo digo yo, lo dicen los datos. Desde 2006 más de 40.000 personas han fallecido y el narco, y la corrupción que lleva aparejada, han hecho desaparecer el Estado en cerca de un 30% del territorio de México. Al no llegar el Estado, los narcos son vistos como héroes por una población que acude a ellos para resolver los problemas de la zona (justicia, asistencia social, sanidad…).
En la región de Sinaloa, de donde proceden la mayoría de los narcos, hay una pequeña aldea llamada Badiraguato donde, entre otros muchos, nació el Chapo Guzmán, jefe de uno de los cárteles más potentes, el de Sinaloa. Se dice que el ejército ha apoyado al Chapo en su guerra contra el Cártel del Golfo y su escisión, los Zetas. El apoyo puede venir por la facilidad con la que el dinero del narco corrompe a funcionarios públicos con salarios muy bajos y por una posible estrategia de permitir que gane uno de los cárteles para evitar la guerra entre ellos. El Chapo Guzmán apareció en la lista Forbes como una de las 100 personas más ricas del mundo (normal si hablamos de un negocio que mueve más de 40 mil millones de euros….)
En Culiacán (capital de Sinaloa), muchos chavales quieren ser sicarios. Estremece acudir al cementerio (llamado jardín de los Humala) donde los narcos tienes sus tumbas (mausoleos más bien). La mayoría de los allí enterrados no llega a los 18, por lo que en muchas tumbas se ve la foto de un chaval con su cuerno de chivo (el rifle AK47) y el epitafio de los padres ensalzando la bondad del hijo que no pasó de adolescente y que no consta a cuantas pesonas ultimó.
En México se editan anualmente decenas de libros sobre el narco. Si queréis saber más del tema os recomiendo dos lecturas: “Los señores del narco” de Anabel Hernández y una novela de un americano que explica, como aparece el narco en México con el apoyo de la CIA en los 80 y como se desarrolla hasta la situación actual. El libro se llama “the power of the dog” de Don Winslow.
También es muy ilustrativa, la magnífica película mexicana, “El infierno”, que hace visible todo lo que os contado.